Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO
Lic. en filosofía y CCSS
Nadie duda de que la navidad es la época más triste del año, es una mezcla de nostalgia y abatimiento, requerimos estar apenados para que por realismo mágico la noche se transforme en buena, se catequice en júbilo, donde el rencor de la disputa se derrote por la felicidad de encontrar la paz, la reconciliación, por eso que requerimos estos días estar tristes, afligidos y apenados.
De allí que los ingredientes de una buena navidad son nevada, frio y tristeza, y uno de los pocos pueblos donde hay todo ello, es Cerro de Pasco, nieva, hace frio y es una ciudad que te genera tristeza, su gente es desconsolado y displicente, solo el “chinguirito” lo transforma en gente alegre y festiva, o solo “la alabanza” hace que después de la catarsis del culto se sienta chispeante y saleroso.
La ventaja de la tristeza es que te pone en una situación de crisis existencial, emocional y te hace besar el suelo de la depresión y a otros pocos el sub suelo de la anarquía vivencial que por eso los que se ponen así, tienen dos caminos, o se joden la existencia con algún vicio que encuentran producto de su depresión o realizan una reingeniería de cambios a su vivir rutinario, es decisión de cada uno elegir cual camino.
El hastío del frio, la regularidad de la nevada muestra tristeza en la gente que vive en el Cerro de Pasco, de razón cuando sonríe también es menester reconocerlo es una mueca sincera y librada de hipocresía del poblador de la ciudad más alta del mundo, aquí se ríe honestamente y se festeja con condicionamiento Pavloviano.
El chocolate caliente cae perfecto en la tierra cerreña, ver el árbol de navidad junto con el caer de la nieve hace agraciado nuestro estar aquí, entregar el regalo todos juntos en familia genera calor humano dentro del frio que inunda nuestra ciudad hace inolvidables esos momentos, lógico la ausencia del ser amado genera tristeza , melancolía, pero nada es perfecto, la navidad no es época perfecta, es periodo adecuado para perdonarse los errores pero nunca los horrores, debemos perdonar lo que debemos pero no lo que no podemos, eso sería ya hipocresía y banalidad, se perdona lo que se debe no lo que no se puede.
La navidad cerreña es encuentro de familia, de arreglo de los líos filiales acaecidos en el año, es compartir una comida para sentir el olor de la concordancia mutua y asegurar el pacto del amor grupal, comunal, responder a ese eco del hombre primitivo que encontraba la satisfacción a los afanes del día cuando se reunía en manada con su clan, con su tribu, con su familia, por eso nos sentimos bien, y si no sentimos mal es por la ausencia de quienes dejaron ya este mundo pero aceptamos su marcha, su alejamiento natural y velamos porque sus recuerdos generan tristeza pero a la vez sonrisas, nos congraciamos niños, jóvenes, adultos y ancianos.
La navidad del minero antiguo era más caótico, hoy siquiera recibe algo, la navidad del comerciante era atroz, sin embargo hoy al menos es con arroz, la navidad del profesional era lacerante hoy al menos lo hace pedante, la navidad es todo y a la vez nada, por eso su exclusividad del año, por eso que esperamos tanto esta fecha y a la vez no queremos que llegue, pero en fin es navidad tiempo de perdón, de esperanza, de poder soñar y hacer de que no todo va a mejorar pero si esas pocas cosas que hacen posible estar bien y aquellas personas que hacen que nuestra vida valga la pena.
FOTOGRAFIA del Facebook de Paul Villegas Febres