El bosque amazónico en las Cuencas Sagradas es el medio de subsistencia de más de quinientos mil indígenas. En ese contexto, la iniciativa de los dirigentes de la zona es trabajar por el bienestar de la población amazónica que en la emergencia sanitaria ha acentuado sus limitaciones. La pandemia empeoró su vulnerabilidad y los pone en alto riesgo de desaparecer.
Las poblaciones indígenas de Cuencas Sagradas (en Ecuador y Perú) se han organizado para solicitar al Estado que se les brinde el apoyo necesario para combatir la crisis que presentan por la pandemia, explotar sus recursos y mejorar la calidad de vida que tienen en la actualidad, ya que aseguran que -incluso- no han recibido atención médica para todos los pobladores que se contagiaron de la COVID-19.
Esta iniciativa ofrece una oportunidad excepcional para crear y demostrar un modelo económico que inicie una nueva era post extractiva, que salvaguarde el corazón de la biosfera de nuestro planeta y mejore el bienestar de la humanidad.
El objetivo es trazar el camino hacia un nuevo modelo socio-económico con propuestas basadas en investigaciones y estudios que presentan alternativas al modelo actual.
Los habitantes de las comunidades, dispersas en enormes extensiones de territorio, no cuentan con equipamiento, carecen de teléfonos, equipos de radiofonía, embarcaciones adecuadas para la evacuación rápida de los pacientes y atención médica suficiente para responder a la magnitud de la pandemia. Además, las actividades extractivas, legales e ilegales no se paralizaron a pesar de la pandemia y, por el contrario, en muchos casos incrementaron su intensidad, poniendo en serio riesgo muchas comunidades y, sobre todo, a los Pueblos indígenas en Aislamiento y Contacto inicial (PIACI).
Para completar este cuadro tan adverso, en el lado ecuatoriano de las Cuencas Sagradas, dos deslizamientos de tierras (uno a inicios de abril y otro a mediados de junio), producto de la erosión causada por el irresponsable desarrollo de un megaproyecto hidroeléctrico, rompió en dos ocasiones, los dos oleoductos que llevan el petróleo de toda la Amazonía ecuatoriana hacia la costa, generando grandes derrames petroleros que alcanzaron el río Napo, cruzando hacia el Perú y descargando toda esa contaminación en el propio río Amazonas.
Las poblaciones de las riveras de las zonas afectadas, han tenido que enfrentar la pérdida de sus fuentes principales de alimentos y en algunos casos, también de agua, debido a la contaminación de los ríos. Los gobiernos y las empresas responsables de aquellos derrames no han respondido de manera adecuada frente a ello.
La ayuda que ellos solicitan es para la protección permanente de las más de 35 millones de hectáreas que existen en Cuencas Sagradas, que representa una de las áreas más biodiversas del planeta. Conoce más de la iniciativa en: https://cuencasagradas.org/