Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO
Lic. En Filosofía y CCSS
Decía Francis Bacon el filósofo empirista que “la esperanza es un buen desayuno, pero una mala cena”, el neo optimismo es el recurso de los iletrados para intentar consolar la realidad, las frases neo optimistas abundan en tiempos de pandemia, son necesarias, los inteligentes las dicen porque “caballero no más” tienen que rebajarse al culto popular y lenguaje irracional.
“Lo superaremos” dicen cuando la verdad es que eso no pasara, “sé que saldrás adelante” cuando las cosas están jodidas y sin ningún arreglo posible, “tú puedes” cuando racionalmente sabemos que nunca lo hará, los humanos hemos creado todo ello para intentar al menos en abstracto hacer un mundo mejor, pero siempre ha chocado con la demolición de la realidad, del naturalismo aristotélico. “No seas pesimista” es el eslogan de la juventud idealista, “la poli perfecta” argumentaba el joven Platón (Aristocles), pero cuando llego a viejo todo le frustraba, sustentaba que solo al ser humano le queda apreciar, admirar, asombrarse, quejarse y dejarse.
Hoy queda demostrado que la naturaleza determina al ser, cuando durante muchos siglos nos persuadieron que el ser determinaba a la naturaleza, los naturalistas filósofos estarán complacidos por el éxito de sus ideas, celebran todos ellos con copa y vino en mano que la naturaleza determino que Adán debía desobedecer, que el primate debía dejar el árbol para conocer más al hábitat.
Ya la poetisa Mercedes de Velilla y Rodríguez en su poemario “Cantares” de donde “el burro” Mariano B. Collao copio para mutarlo en la muliza cerreña a “A TI”, escribía que el dolor es triunfante, el pésame es victorioso, que la vida es más dolencia que placer y siguiendo la línea del gran filósofo Epicuro estar de acuerdo que el fin de la vida del ser humano es “evitar el dolor y buscar el placer”, pero canta la muliza cerreña de su creador musical Graciano Ricci “el dolor va despacio y el placer va de prisa”.
Pero los ignaros y los moceríos siempre serán los cojudos románticos, cuyo slogan optimista en la mayor parte de sus momentos se viene acongojado cuando se devela el escenario, que no siempre es triste si no es real, pero como nuestro ser imaginario se da ese lujo de abstraer contextos mejores, pues al menos por breve espacio la ilusión reina, y el optimismo ciego gana.
Friedrich Nietzsche por eso sustentaba que “la esperanza es el peor de los males” mejor vivir el presente y la realidad y no hacerse ilusiones de que pronto ya aparecerá la vacuna contra el Covid 19, o que todos pronto volveremos a la normalidad, o que ya saldremos e iremos a clases, o al trabajo de modo siglo XXI, ¡ilusos! a eso nos hizo llegar la esperanza, de esta no saldremos muchos, solo los que aventajan al cuidarse y los fenómenos que por suerte o sorteo existencial seguirán vivos.