Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO
Lic. En filosofía
Era las 9 de la mañana del “Día de la Madre”, como buen domingo dormí hasta tarde y después recordé que tenía una tarjeta ( de varias del mes de mayo) para ir a Huancapucro , ese lugar de remembranzas , de amores cercanos, de vacíos y de mirador de nuestra gran urbanidad donde uno puede darse cuenta esa extraña relación de amor y odio que es ciudad y minería, Huancapucro es lugar donde en mayo se baila y danza y en los otros meses se mira el pasado, el presente y se prevé el futuro de la ciudad de Cerro de Pasco.
A medida que subía escuchaba el sonido de orquestas y bandas musicales, ejecutando melodías que me llevaron por instantes a mi etapa de músico, si, fui músico en la adolescencia y juventud, tuve como maestros a Walter Ramos Celis, Morfe Mauricio Atencio y Simón Cajachagua en esa inolvidable banda de músicos y de guerra del colegio “Daniel Alcides Carrión” 1987 – 1989, desde mi entender histórico revisando los logros: ganamos con el equipo musical de esos años casi todo en la región, en la macro regional y si no pudimos una nacional es porque no había concurso en esa etapa.
Cada vez que escucho y veo bandas de músico y orquestas en las fiestas de mayo, mi nostalgia vuelve al escuchar las clásicas canciones transformadas en huaynos, mulizas, chunguinada y otros festejos Cerreños, rememoro las épocas donde hacer música era mi dedicación, esmero y cuasi profesión, ejecute mi instrumento en Bandas diversas de la ciudad y del Valle del Mantaro “el negro Ponce” mi compañero de estudios y de música en el “Carrión” me llevo a Huancayo, era un excelente bajista y “chiveo” en bandas de gran prestigio, vivía en El Tambo, su padre era policía municipal su madre y hermana excelentes personas que vivían en el barrio de Buenos Aires, a la música le debo mi profesión, ya que gracias a la actividad musical pude generarme ingresos que me permitieron financiar la Universidad a principios de los semestres.
Con la actividad musical he vivido buena parte de mi iniciada juventud, conocí muchísimos lugares del Perú y distintas y variopintas personas, los hermanos Encarnación grandes ejecutores musicales muchas veces fueron mis gestores y vaya que fueron años anchos y nada ajenos sino bien vivificantes, probé comidas complicadas como deliciosas, me alimente de la buena chicha de Jora y de la buena compañía de los hermanos musicales que conocí en el camino.
Sin exagerar gracias a la actividad musical conocí todos los rincones de los barrios de la ciudad minera, todos los espacios geográficos de la cuenca del Huallaga, de la gran quebrada del Chaupihuranga y del Tahuarmayo, camine toda la planicie de los pueblos de la meseta del bom bom; amanecí y me anochecí en todo el valle del Mantaro y muchas veces me acurruque en la madrugada cálida de la gran Lima provinciana.
Ya llego a la cima del Huancapucro, la banda de músicos toca una sinfonía de huaynos Cerreños “adelante adelante equipo de los capachos”… “a todos vas preguntando de dónde vengo como me llamo donde estudio”…” en el colegio yo te conocido cuando estudiabas…”, “adiós juventud vida pasajera…de tanto florecer se van marchitando…”