Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO
Lic. En filosofía
Decía Facundo Cabral “que aquel que trabaja en lo que no ama, es un desocupado”, muchos de nosotros tenemos la felicidad permanente de hacer lo que nos gusta, elegimos bien cuando decidimos a que dedicarnos, por eso hoy hacemos lo mejor así haya buen sueldo o no, haya bonos o no, porque trabajar es transformar, transmutar, innovar y trascender en lo que uno hace. Es reinventarse y recolocar tus ideas y accionar para mejorar a la sociedad, al planeta y dejar un legado, dejar un referente de tu trabajo; al final por nuestras obras nos recordaran o nos pondrán en el olvido, uno es lo que hace, uno es lo que trabaja.
Hoy notamos en las instituciones laborales que todos miran el reloj y el calendario; suman y restan las horas o segundos faltantes para salir de su trabajo, eso es porque no aman lo que hacen, no hay servicio, no hay vocación, llegaron allí por presión, necesidad y orgullo pendenciero; se afanaron estudiando tanto que cuando ya están en labores lo único que piensan es en salir de su casa laboral ya que seguramente no se sienten bien ni felices con lo que hacen, con lo que eligieron trabajar.
A los trabajadores del pasado quizá se les pueda entender su decepción laboral ya que ellos no eligieron su trabajo, su labor y su rol laboral, fueron impuestos por la necesidad del mercado, por el interés del pasado y la obligación de la masa laboral que exigía emplearse aun así no era de tu agrado laborar en ello.
¿Pero los de esta generación? tuvieron la oportunidad de elegir en que trabajarían, a que se dedicarían, estudiaron y practicaron quinquenios para decidir a que dedicarse, en que laborar y como sobre salir; y como sociedad educadora a veces uno nota que ha fallado, que se ha equivocado, que ha errado.
Cuando notas que un médico reniega de sus pacientes ves que no decidió bien su profesión, cuando notas que un empleado de banco te atiende mal se ve que es un fracasado de su decisión vocacional, cuando un juez o fiscal veda su decisión racional de hacer justicia y se dobla ante el dinero o la influencia, denotas que vendió su vocación, licito su moral y su vida es de inmoralidad y deshonestidad.
Cuando un vendedor no convence, cuando un técnico no arregla bien el artefacto, cuando un albañil hizo mal la casa o cuando un reciclador de basura dejo objetos aun reutilizables notas que no se hicieron para eso, no estudiaron para hacer la diferencia sino solo la complacencia de tener un trabajo de donde sobrevivir.
¿Y los refugiados laborales? Ni que decir esos son los grandes conchudos laborales, pasa estos días, días donde el empleo no está a borbotones y te piden “chambita” en lo que sea, o donde pueda, se refugian en profesiones que no eligieron pero que consideran su salva vidas, su refugio laboral, sus cachuelos, ¡estafadores¡
Dedícate a lo que te gusta y mejor haces, así no morirás en la frustración laboral perpetua de no haberle hecho cambios a este planeta y a sus habitantes.