Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO
Lic. En filosofía
Todos los días nos enfrentamos a dilemas éticos, de costumbres, de normas morales que exige la sociedad, que aprieta el grupo, que presiona el clan; ser bueno, ser correcto, y ser justo, es difícil en una sociedad donde la mayoría no lo es; ser honesto cuando el grupo es lo contrario, suele a ser un ermitaño social de las buenos hábitos.
Por eso es más fácil sacarle la vuelta a tu enamorada que ser fiel, puro y casto con ella; es más factible engañar a tu marido que sacar el impuesto a la renta y pagar a la SUNAT, es más fácil engañar a tus proles que lucrar deshonestamente al Estado; es más fácil mentirle a los votantes que cabrear el IGV de ventas mensuales; vivimos en un mundo donde la ilegalidad y el mal camino es impulsado desde la televisión y repetido en las canciones de cumbia, huayno, o pop.
Vivimos estimulados para hacer maldad, motivados a realizar actos impuros y hechos ilegales, los mensajes de impulso hacia una conducta negativa es a cada instante, el estudiante quiere plagiar, el de pre grado quiere pagar para aprobar el curso, el trabajador quiere sobornar para que no les descuenten en la planilla mensual, todos inventamos excusas para no ir a trabajar y preferimos crear un buen motivo para justificar lo ilegal o lo inmoral.
La buena conducta no sirve en el currículo, el servicio eficiente no interesa, la actitud buena no suma; gana el chantaje, el padrinazgo, el compadrazgo, la familiaridad o el cayado de soporte de un partido político; no interesa si sabes ya que lo interesante es ser lacayo, ser esclavo, no murmurar, no cuestionar y obedecer, esa es la fórmula del éxito en un mundo de subyugados.
Luego tenemos la conchudez de exigir a los hijos portarse bien cuando el padre o la madre se conducen mal, se exige cumplir con los deberes a los menores, ¿pero los mayores? ¿Hacemos el deber?, pues no, preferimos el placer, el placer de ser infieles, el placer del desacato a la buena moral, a la desobediencia de hacer y ser buen varón y buena mujer.
Esta sociedad decide el mal camino al correcto sendero, la decisión que trae mala ganancia es preferible al correcto proceder que exige la norma, mentir es mejor a decir la verdad, engañar es superior a ser transparente y pulcro.
“Ser o no ser” ya no es la cuestión, sino el parecer interesa, vale lo que ven los demás, no miran la esencia, prefieren la hipocresía, apuestan por mostrar la pose, el aspecto, se invierte más en las paredes de fuera, que el piso interior de nuestra casa moral, vivimos entonces en una sociedad palangana y llena de mascarillas sociales.
Recuerdo a Eva cuando comió la manzana sin la consulta a su esposo, simplemente comió, desobedeció, quebranto, y luego Adán tubo un dilema ético, seguir la decisión de su mujer o alejarse y condenarla, y ya sabemos todos que decidió, decidió hacer lo incorrecto, lo negativo, lo inmoral, 6000 años después nada hemos cambiado.